La Federación Internacional de los Petits Frères des Pauvres (PFP), desea permitir que todos comprendan los desafíos del envejecimiento en el mundo. El objetivo es elegir un tema relacionado con las misiones de nuestra red internacional, analizarlo, diseccionarlo, para comprender mejor los problemas actuales.
El siglo XXI estará marcado por una gran crisis demográfica. Desde hace algunos años, los medios de comunicación, pero también los políticos, se ocupan del tema. Hasta ahora relegada a un segundo plano, la “bomba” demográfica se perfila como el reto del mañana.
Consciente de los problemas que esta crisis va a crear en nuestras sociedades, la Federación Internacional de los PFP ha decidido interesarse por el país más antiguo del mundo: Japón. Considerado como el laboratorio del mundo, Japón lleva quince años intentando luchar contra el envejecimiento de su población y los efectos que genera. Se trata de un proyecto quimérico que el país no puede evitar, depende de la supervivencia de la nación. El ex primer ministro japonés Shinzo Abe lo entendió bien cuando describió el declive demográfico de su población como una “crisis nacional”.
Japón, un país en peligro…
La observación es terrible, la población japonesa está en caída libre desde 2005. Japón tiene la mayor proporción de personas mayores de 65 años del mundo: 28% en 2018. Si esta tendencia continúa, la población total japonesa podría dividirse por dos en un siglo. Esta crisis demográfica es ahora un fenómeno global y está determinada por tres factores principales.
La primera causa de esta crisis es, obviamente, el envejecimiento de la población japonesa. De 1947 a 1949 nacieron 2,5 millones de japoneses, estos baby boomers tuvieron hijos que ahora también están envejeciendo. El segundo factor es el aumento de la esperanza de vida, hoy conviven cuatro generaciones. La esperanza de vida en Japón es de 84 años, el país con la mayor esperanza de vida del mundo. Por último, el tercer factor es el descenso de la natalidad. Actualmente, Japón tiene una tasa de natalidad inferior a la de mortalidad. En 2021, el país tuvo 811.064 nacimientos, la cifra más baja desde 1899. Este fenómeno se explica en parte por el descenso de la tasa de fertilidad, pero también por los profundos cambios culturales. La emancipación de la mujer, el alargamiento de los estudios, la carrera profesional, el declive de la pareja tradicional son criterios a tener en cuenta para analizar esta baja natalidad.
Ante esta emergencia demográfica, Japón ha tenido que buscar soluciones económicas, sociales y sanitarias. Desde hace varios años, la sociedad japonesa intenta reinventarse para no desaparecer. Veamos cómo afronta el Estado japonés las consecuencias del envejecimiento de su población.
Soluciones a toda costa
Las personas mayores en el trabajo
Para minimizar el impacto económico del envejecimiento y la disminución de la población de Japón, el gobierno se está centrando en aumentar la productividad y la participación en el trabajo. Para ello, las empresas están rebajando, o incluso eliminando, la edad de jubilación. Estas soluciones, alejadas de nuestras filosofías europeas, son esenciales para las empresas japonesas que se enfrentan a la escasez de mano de obra. Muchas personas mayores no tienen otra opción que seguir trabajando para vivir decentemente. Estas decisiones empresariales acompañan a las reformas políticas que promueven el empleo de las personas mayores. Por ejemplo, una reforma política obliga a las empresas a ofrecer contratos de trabajo a sus empleados mayores de 65 años. La edad legal de jubilación en 2025 será de 65 años. Se calcula que más de la mitad de las personas que tienen entre 60 y 70 años siguen trabajando en Japón.
¿Sustituirá la innovación a las familias?
¿Qué pasa con las personas mayores que ya no pueden trabajar, que están enfermas o con demencia? Hasta los años 90, siguiendo el modelo familiar confuciano, los ancianos dependían en la mayoría de los casos de la esposa del hijo mayor. Se suponía que era un ama de casa. Hoy en día, el acceso a la sanidad, pero también la evolución de la moral, han cambiado la situación. Japón se esfuerza por mantener a sus ancianos en sus casas y favorece las soluciones que fomentan la autonomía. Para lograrlo, el país apuesta por el desarrollo de la investigación y la innovación. Existen numerosos centros de investigación médica. Japón se considera pionero en la prevención y el tratamiento de las enfermedades y discapacidades de las personas mayores. Esta investigación es crucial para hacer frente a los crecientes costes de la asistencia sanitaria y a un sistema de bienestar social obsoleto.
El gobierno japonés ha confiado en la robótica para apoyar a su población envejecida. Los centros y servicios de asistencia están ahora saturados. El gobierno ha decidido utilizar robots para ayudar al personal de enfermería. Aunque este dispositivo aún no está muy extendido en el país, ha demostrado su eficacia. Lejos de los robots humanoides de las películas de ciencia-ficción, se trata de robots de asistencia, que llevan los cuidadores para reducir ciertas cargas, o de robots de vigilancia de la comunicación. El objetivo es aligerar la carga de trabajo del personal de enfermería, mejorando al mismo tiempo la calidad de los cuidados de las personas asistidas.
Movilización ciudadana: una solución para afrontar el envejecimiento
El gobierno apuesta por la aparición de acciones comunitarias. La sociedad japonesa está multiplicando las iniciativas de solidaridad. Se han creado numerosos cafés comunitarios en todo el país, que permiten a las personas mayores reunirse y compartir momentos entrañables. También se han puesto en marcha programas con determinadas empresas. Los empleados de correos o del gas se encargan de detectar una acumulación anormal de correo o una lectura sospechosa del contador de gas. Otro ejemplo de iniciativa notable es el de Masue Katayama, una empresaria de 78 años que ha creado su propia red de residencias de ancianos accesibles a todos. Esta japonesa partió de una observación desafortunada: antes se ofrecían dos soluciones a los ancianos, residencias públicas en mal estado, o privadas, pero muy caras. Por desgracia, este tipo de iniciativas empresariales son demasiado escasas.
Un sistema frágil
El gobierno japonés y su población están ahora concienciados, pero estas medidas admiten sus límites y no son suficientes ante la magnitud de la situación. En efecto, las personas mayores constituyen una parte de la población más proclive al aislamiento y la precariedad.
Aunque los esfuerzos realizados por el gobierno japonés son innegables, la realidad es dura. Así, el 25,4% de la población mayor de 75 años vive por debajo del umbral de la pobreza, frente al 16,1% de la media de los países de la OCDE. Actualmente se considera que uno de cada tres ancianos es pobre en Japón. Las cifras son asombrosas, pero las matemáticas son sencillas. El nivel de ingresos anuales por debajo del cual una persona se considera pobre en Japón es de 1,22 millones de yenes (10.350 euros), mientras que una pensión completa es de 804.200 yenes (7.211 euros). Sin ningún tipo de ahorro, ayuda o complemento a la pensión, es imposible que una persona mayor viva adecuadamente.
¿Cómo se traduce esto?
Por desgracia, la inseguridad y el aislamiento están estrechamente relacionados. Las dificultades económicas a las que se enfrentan los ancianos repercuten en su vida social. Se calcula que 6 millones de ancianos japoneses están totalmente aislados. Tanto es así que en Japón, el kodokushi (孤独死, “muerte solitaria”) es un verdadero fenómeno creciente en la sociedad. Este triste término se refiere a las personas que mueren solas en sus casas y cuyos cuerpos se descubren sólo después de mucho tiempo. Cada año se producen 30.000 casos de “kodokushi” en todo el país, y 3.000 en Tokio. Esto supone un aumento del 70% respecto a 2005, y la tendencia es que aumente según muchos expertos.
Según una encuesta realizada por el Ministerio de Sanidad, Trabajo y Bienestar de Japón, la proporción de personas sin hogar de 70 años o más en el país alcanzará el 34,4% en 2021. Más de una de cada tres personas sin hogar. Esa cifra era del 19,7% en 2016. Esta cifra es el origen de un nuevo fenómeno social inverosímil. En Japón, desde hace unos años, se observa que los ancianos cometen deliberadamente delitos menores para ser encarcelados. En la detención, se aseguran de ser alimentados, alojados e incluso de disfrutar de la compañía de sus compañeros. Por desgracia, este fenómeno va en aumento, ya que en 2020 se habrá duplicado el número de delincuentes mayores de 60 años. La crisis sanitaria de Covid, que agravó las desigualdades, no ayudó obviamente a la causa de los mayores.
La Federación Internacional de los PFP trabaja cada día para animar una red internacional de asociaciones que luchan contra el aislamiento y para compartir las misiones de los PFP en todo el mundo. Más que nunca, en este clima de tensión y desequilibrio, los sistemas sociales y económicos de nuestras sociedades están amenazados. Japón se enfrenta ahora a una crisis demográfica que pronto afectará a la mayoría de los países del mundo. En este contexto, la acción de la Federación Internacional de los PFP está más que nunca justificada y es necesaria.
Luchemos juntos contra la precariedad y el aislamiento de las personas mayores.