En 2025, movilizar a los ciudadanos para afrontar el reto del envejecimiento de la población

El envejecimiento de la población mundial es una realidad creciente que plantea desafíos sin precedentes para nuestras sociedades. Para 2050, la población global de personas de 60 años o más debería duplicarse, alcanzando los 2,1 mil millones, es decir, una de cada cinco personas. Frente a este fenómeno, el aislamiento social de las personas mayores se convierte en una preocupación mayor, con impactos significativos a nivel político, social y económico.

 

El envejecimiento global en cifras

Entre 2015 y 2050, la proporción de personas de 60 años o más en la población mundial casi se duplicará, pasando del 12 % al 22 %.

En 2020, el número de personas de 60 años o más superó al de los niños menores de cinco años.

El número de personas de 80 años o más debería triplicarse entre 2020 y 2050, alcanzando los 426 millones.

América Latina y el Caribe están envejeciendo más rápido que cualquier otra región del mundo. Se espera que la población de esta región alcance su punto máximo hacia 2058, con aproximadamente 767,5 millones de habitantes. Para 2050, uno de cada cinco habitantes en América Latina tendrá más de 65 años. [1]

 

Factores que explican el envejecimiento global

La mejora en las condiciones de vida tiene un impacto significativo en el envejecimiento, influyendo tanto en la esperanza de vida como en la calidad de vida de las personas mayores. Los aspectos clave de este impacto incluyen:

  • Aumento de la esperanza de vida

Los avances en salud, nutrición y condiciones de vida han contribuido a alargar la esperanza de vida en todo el mundo. El acceso a atención médica de calidad, a una alimentación equilibrada y a entornos más seguros ha reducido la mortalidad infantil y aumentado la longevidad. Como resultado, cada vez más personas alcanzan edades avanzadas.

  • Reducción de las enfermedades crónicas

Las mejores condiciones de vida también han ayudado a reducir la prevalencia de enfermedades crónicas. Mejoras en la nutrición, acceso a cuidados médicos preventivos y entornos más saludables han disminuido la incidencia de enfermedades como diabetes, problemas cardiovasculares y respiratorios. Esto no solo ha prolongado la vida de las personas mayores, sino que también ha mejorado su calidad de vida.

  • Promoción del envejecimiento activo

En algunos países, estas mejoras han fomentado un envejecimiento activo, promoviendo la actividad física, la participación social y el aprendizaje a lo largo de la vida. Programas comunitarios y voluntariados ayudan a las personas mayores a mantenerse activas y conectadas con sus comunidades.

  • El descenso de la fertilidad

El descenso de las tasas de fertilidad y el envejecimiento poblacional son fenómenos estrechamente relacionados que tienen importantes implicaciones para las sociedades de todo el mundo. En América Latina, la tasa de fertilidad ha disminuido notablemente en las últimas décadas: en el año 2000, el promedio era de 2,61 hijos por mujer, mientras que en 2023 cayó a 1,84. En países como Chile, Uruguay, Costa Rica y Cuba, la tasa es aún más baja, rondando 1,5 hijos por mujer. [2]

 

Consecuencias del envejecimiento

El envejecimiento de la población está teniendo un gran impacto en los sistemas sanitarios y sociales. Las personas mayores tienen más probabilidades de padecer enfermedades crónicas como diabetes, enfermedades cardiovasculares y demencia. Esto conlleva unos costes sanitarios más elevados y exige ajustes en las políticas públicas para garantizar unos servicios sanitarios y unos sistemas de pensiones adecuados.

Más allá del coste del envejecimiento, el aislamiento social de las personas mayores es y será un reto importante para todas las sociedades, ya sean del Norte o del Sur. Según el Consejo Económico y Social francés, «el aislamiento social es la situación en la que se encuentra una persona que, como consecuencia de relaciones permanentemente insuficientes en número o calidad, se encuentra en una situación de sufrimiento y peligro. Las relaciones de calidad insuficiente son aquellas que dan lugar a una denegación de reconocimiento, una falta de seguridad y una incapacidad para participar. El riesgo de esta situación reside en que el aislamiento priva a las personas de algunos de los recursos que necesitan para establecerse como individuos y acceder a los cuidados básicos y a la vida social».

En las sociedades septentrionales, como las europeas y norteamericanas, el aislamiento social de las personas mayores suele estar relacionado con factores como la pérdida de autonomía, la muerte de parientes cercanos y la distancia geográfica de la familia. La modernización y la urbanización también han contribuido a la fragmentación de las estructuras familiares tradicionales, dejando a muchas personas mayores viviendo solas. En Francia, un estudio de la asociación Petits Frères des Pauvres reveló que en 2023 «530.000 ancianos sufrirán una “muerte social”. Es decir, sin ninguna interacción con familiares, amigos, profesionales, vecinos o asociaciones». [3]

El aislamiento social en estas sociedades tiene graves consecuencias para la salud física y mental de las personas mayores. Aumenta el riesgo de depresión, problemas cognitivos y enfermedades crónicas como las cardiovasculares. Los estudios demuestran que el aislamiento social puede duplicar la tasa de mortalidad entre las personas mayores. A menudo se compara con riesgos para la salud bien conocidos, como el tabaquismo. De hecho, los estudios demuestran que el aislamiento social puede tener un impacto tan grave en la salud como fumar 15 cigarrillos al día[4].

En las regiones menos desarrolladas, existen importantes desigualdades en la forma en que las personas mayores se benefician de las mejoras en sanidad y educación. Mientras que algunas personas mayores gozan de buena salud y son económicamente activas, otras viven con enfermedades o en condiciones de extrema pobreza. En estos países, las desventajas sistémicas se refuerzan a lo largo de la vida de las personas, dando lugar a enormes disparidades en la tercera edad.

En los países del Sur, el aislamiento social de las personas mayores es especialmente preocupante. Estos países suelen estar menos preparados para hacer frente al rápido envejecimiento demográfico. Las infraestructuras y los servicios sociales necesarios para apoyar a los ancianos son a menudo inadecuados. Además, las políticas de desahucio y las migraciones forzosas vinculadas al desarrollo urbano agravan la situación, dejando a muchas personas mayores sin apoyo familiar o comunitario.

En algunas culturas, como África y la India, las personas mayores aisladas pueden ser acusadas de brujería. Esto puede deberse a supersticiones locales o a la creencia de que las personas mayores, especialmente las que viven solas, poseen poderes sobrenaturales. Estas acusaciones exacerban el aislamiento social y tienen graves consecuencias, como la violencia y la estigmatización.

En los países en los que predomina la economía informal y es el principal motor económico, el envejecimiento de la población plantea retos especialmente complejos. La ausencia de protección social universal y de sistemas de pensiones estructurados deja a los trabajadores mayores sin una red de seguridad cuando ya no pueden participar en la economía. En consecuencia, una persona que envejece, enfrentada a una pérdida de autonomía o a una incapacidad para trabajar, puede ser percibida como una carga financiera para las familias que ya atraviesan dificultades.

Para muchas familias que viven en la economía informal, el cuidado de una persona mayor requiere tiempo, energía y recursos financieros de los que no siempre disponen. Los costes asociados a enfermedades crónicas o neurodegenerativas como el Alzheimer son a menudo inasequibles. A falta de políticas públicas adecuadas o de apoyo institucional, las familias suelen tener que afrontar solas estos retos. En algunos casos, la falta de comprensión o el estigma asociado a las enfermedades mentales o físicas de los ancianos, combinados con la carga económica, pueden dar lugar a actitudes de rechazo o abandono.

La enfermedad de Alzheimer, por ejemplo, suele ser poco conocida, sobre todo en las zonas rurales o en comunidades donde el acceso a la información médica es limitado. Los comportamientos confusos o la pérdida de memoria asociados a esta enfermedad pueden percibirse como una forma de «locura» o imprevisibilidad, lo que refuerza el estigma.Este rechazo no siempre es el resultado de una falta de amor o respeto, sino que a menudo es el resultado de una combinación de desesperación económica, agotamiento emocional y un sistema social que no apoya suficientemente a las familias en su papel de cuidadoras.

En conclusión, el envejecimiento de la población mundial y el aislamiento social de las personas mayores son retos sociales de primer orden que trascienden las fronteras geográficas y económicas. Encontrar soluciones para hacer frente a las consecuencias del envejecimiento no es sólo responsabilidad de los políticos, sino de todos los ciudadanos.

 

La movilización ciudadana como solución

En respuesta a este reto, la movilización de la comunidad es una solución prometedora para reconstruir los lazos sociales con las personas mayores aisladas. Ante el creciente aislamiento de muchas personas mayores, a menudo agravado por factores como la pérdida de autonomía, el alejamiento de la familia o los cambios en las estructuras sociales, es esencial desarrollar iniciativas de solidaridad. A este respecto, el trabajo de organizaciones como la Federación Internacional de los Hermanitos de los Pobres ilustra perfectamente el papel clave que desempeñan el apoyo comunitario y la participación de voluntarios. Estas iniciativas se basan en la creación de momentos de convivencia, visitas regulares y líneas telefónicas de ayuda, todo lo cual contribuye a reforzar la interacción social y a fomentar el apoyo personalizado.

Al unir sus fuerzas, las asociaciones desempeñan un papel crucial en la construcción de redes de solidaridad capaces de responder a las necesidades específicas de las personas mayores. Estas redes no se limitan a romper el aislamiento, sino que también contribuyen a devolver a las personas mayores un sentimiento de pertenencia, valor y dignidad. Estas acciones contribuyen a revitalizar el tejido social local y animan a los ciudadanos a implicarse activamente en la creación de sociedades más inclusivas.

Además, estas iniciativas tienen un impacto que va más allá de las relaciones directas con las personas mayores. Conciencian a la opinión pública sobre el problema del aislamiento social y llaman la atención de los responsables políticos sobre la urgente necesidad de poner en marcha políticas públicas adecuadas. Esto incluye desarrollar programas de apoyo específicos, facilitar el acceso a lugares de encuentro y formar voluntarios para satisfacer las crecientes necesidades de las personas mayores. En este sentido, la movilización de los ciudadanos es una poderosa palanca para transformar mentalidades, inspirar cambios estructurales y construir una sociedad más solidaria y respetuosa con las generaciones más vulnerables.

La cooperación intergeneracional es una parte muy importante de este proceso, ya que se basa en la capacidad de forjar vínculos sólidos entre las distintas generaciones, fomentando así el enriquecimiento mutuo y una mayor cohesión social. Al reunir a personas mayores y jóvenes, ya sean niños, adolescentes o adultos que trabajan, las asociaciones de la Federación Internacional de los Hermanitos de los Pobres ayudan a romper las barreras sociales y culturales que pueden conducir al aislamiento de las personas mayores.

Por un lado, las personas mayores, enfrentadas a la soledad, encuentran en estos intercambios una oportunidad para transmitir sus conocimientos, experiencias y valores. Estas interacciones les proporcionan un sentimiento de utilidad y reconocimiento, reforzando así su autoestima. Por otro lado, los jóvenes se benefician de la sabiduría y las historias de vida de sus mayores, lo que contribuye a su desarrollo personal, su apertura de miras y el aprendizaje de valores humanos fundamentales como el respeto y la gratitud.

Los proyectos intergeneracionales, como talleres artísticos y digitales, visitas a domicilio y alojamiento en grupo, crean oportunidades para que la gente se conozca e intercambie ideas. Estas iniciativas también promueven la solidaridad, al demostrar que cada generación tiene algo que ofrecer a la otra. Ayudan a deconstruir los prejuicios relacionados con la edad y promueven una imagen positiva de las personas mayores en la sociedad.

A nivel comunitario, la intergeneración ayuda a revitalizar los lazos sociales implicando a familias, escuelas, empresas y autoridades locales en proyectos conjuntos. Estas iniciativas no sólo refuerzan el sentimiento de pertenencia entre las personas mayores, sino que también inspiran la acción colectiva para construir una sociedad más integradora y solidaria. En resumen, la intergeneración no es sólo una herramienta para combatir el aislamiento entre los mayores, sino también un auténtico puente entre pasado, presente y futuro, esencial para crear una armonía social duradera.

 

Conclusión

A través de iniciativas locales como redes de voluntarios, actividades intergeneracionales y lugares de encuentro específicos, es posible forjar fuertes vínculos entre las personas y reforzar el sentimiento de pertenencia de los mayores. Estas acciones concretas demuestran que una sociedad inclusiva se basa en los valores de la solidaridad, el respeto y el compartir. Las organizaciones comprometidas, como las asociaciones de la red Petits Frères des Pauvres, desempeñan un papel decisivo a la hora de catalizar estas iniciativas, sensibilizar a la opinión pública y abogar por políticas públicas adaptadas a las realidades del envejecimiento.

El cambio demográfico es también una oportunidad para redefinir nuestra visión de la cohesión social y cuestionar nuestras prioridades como sociedad. Debemos volver a situar la dignidad humana y las necesidades fundamentales de las personas en el centro de nuestras preocupaciones. Al responder al aislamiento de las personas mayores, no sólo estamos respondiendo a un problema ligado a la edad; también estamos reforzando los cimientos de una sociedad más justa, en la que cada generación encuentre su lugar y contribuya al equilibrio colectivo.

El envejecimiento de la población exige un cambio de mentalidad y una acción concertada. Esto significa valorar a las personas mayores como miembros esenciales de la comunidad, con una gran experiencia y sabiduría. Construir una sociedad inclusiva en la que las personas mayores vivan vidas plenas conectadas con los demás significa, sobre todo, construir una sociedad que respete, apoye y honre a la humanidad en todas sus dimensiones.

Desde hace casi 80 años, la asociación Petits Frères des Pauvres trabaja para combatir el aislamiento de las personas mayores y animar a todos los ciudadanos a asumir su responsabilidad en la construcción de una sociedad para todas las edades.

 

 

 

 

[1] https://shs.cairn.info/revue-population-et-avenir-2024-1-page-17?lang=es

https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/ageing-and-health

[2] https://www.ined.fr/fr/publications/editions/population-et-societes/baisse-massive-de-la-fecondite-mondiale-en-20-ans-illustree-en-cartes/

[3] https://www.petitsfreresdespauvres.fr/sinformer/prises-de-position/mort-sociale-luttons-contre-laggravation-alarmante-de-lisolement-des-aines/

[4] https://sciencepost.fr/solitude-effets-aussi-dangereux-fumer-15-cigarettes-par-jour-sante/

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